Innovación y tecnología para el desarrollo rural

Las barreras actuales del entorno rural

Es un hecho comprobado que las zonas rurales de todos los países, incluso en los más avanzados, están por lo general menos desarrolladas que los entornos urbanos, y sus habitantes se enfrentan a problemas específicos de ese medio que no tienen nada que ver con los que se conocen en las ciudades.

El acceso a derechos fundamentales como la educación o la sanidad, sin ir más lejos, es mucho más complicado en el entorno rural. También lo es contar con un trabajo remunerado de forma digna, e incluso encontrar mano de obra. Muchas de las empresas y explotaciones del medio rural tienen problemas con sus niveles de productividad, con los precios de las materias primas… la lista es larga, pero se trata de problemas que, en definitiva, hacen que su existencia sea más difícil que la de los negocios establecidos en zonas urbanas.

Hemos escuchado hablar en muchas ocasiones sobre las consecuencias de estas dificultades: menor riqueza, menor esperanza de vida, progresiva despoblación del entorno rural, etc. La población mundial es ya mayoritariamente urbana, y durante los próximos años lo será cada vez más. Cuando se trata de ofrecer oportunidades a sus habitantes, las zonas rurales sencillamente no pueden competir en igualdad de condiciones con las ciudades.

O quizás deberíamos decir que no han podido competir en el pasado, pero en los últimos años, y cada vez más, los entornos rurales sí que disponen de un número creciente de herramientas con las que facilitar la vida de sus habitantes y aumentar la eficiencia de sus empresas. Porque la innovación y las nuevas tecnologías, que son la base para un nuevo desarrollo rural, no están presentes únicamente en las ciudades.

La innovación no es exclusiva del entorno urbano

La innovación, entendida a nivel práctico con un proceso de búsqueda de nuevas soluciones que aporten valor a personas y empresas, no existe únicamente en los entornos urbanos. De hecho, podríamos considerar que su papel es incluso más importante precisamente en el mundo rural, donde los retos son mayores y las soluciones tecnológicas disruptivas tienen un mayor impacto potencial. 

Dicho de forma más simple: hoy en día, las zonas rurales son el ámbito en el que la irrupción de la tecnología puede cambiar las cosas -a mejor- en mayor medida. Donde más se nota la diferencia entre recurrir o no a la innovación.

Existen múltiples ejemplos de cómo la innovación puede cambiar la forma de vivir y hacer negocios en el campo. Agricultura de precisión con sensores y monitorización para obtener mayor rentabilidad de las cosechas, ganadería en la que la tecnología ayude con el control de la salud de los animales y su alimentación, vehículos de trabajo autónomos, establecimientos de agroturismo que hagan un uso extensivo del marketing digital para captar nuevos huéspedes, teletrabajo y teleasistencia sanitaria para personas mayores, mejores predicciones de impacto ambiental, etc.

Un escenario en el que todos estos ejemplos de uso de la tecnología en el medio rural estén en marcha no es ciencia ficción. Muchos proyectos de negocios rurales aquí y allá, en nuestro país y en el extranjero, ya hacen uso de la tecnología, aunque sea de forma incipiente, para mejorar su rentabilidad y productividad. La teleasistencia y el teletrabajo también existen ya, y son perfectamente viables.

¿Qué es lo que falta, por lo tanto? ¿Cuál es la clave fundamental para que la innovación y la tecnología se conviertan en un eficaz motor de desarrollo rural? Puede resumirse en una sola palabra: estrategia

La apuesta por la innovación no debe provenir de esfuerzos aislados, sino de planes de desarrollo institucionales elaborados con sentido estratégico y visión a largo plazo. Planes basados, en definitiva, en la idea que hemos intentado transmitir aquí: el desarrollo del entorno rural, como el del entorno urbano, pasa inevitablemente por la innovación.