¿Comeremos carne «cocinada» en una impresora?

Sin dar demasiados rodeos podemos afirmar que la respuesta a si comeremos carne procedente de una impresora es un rotundo “sí”. Tanto por el constante desarrollo de las nuevas tecnologías como por el acuciante problema medioambiental derivado del consumo de carne.  

Según un reciente de la FAO, el sector ganadero genera un 18% más de gases de efecto invernadero que todo el transporte mundial. Aquí, se sumaron las emisiones directas e indirectas producidas a lo largo de la cadena de productos cárnicos como la producción de piensos, y fertilizantes. También la deforestación derivada de la producción de forraje y pastizales, y la propia producción animal, como las emisiones de la fermentación y del estiércol y el CO₂ liberado durante la elaboración y el transporte. El resultado es que el 51% de las emisiones de gases de efecto invernadero procede de la cría y procesado del ganado. Además el 80% de la superficie agrícola del mundo es utilizada por la ganadería, que consume el 40% de la producción mundial de cereales. 

La producción de carne y el cambio climático

Si dejamos a un lado el problema de las emisiones de gases nos enfrentamos a otro igual de preocupante: el agua. Un kilogramo de ternera consume durante su producción un total de 15.000 litros, la misma cantidad de agua que utiliza una persona en 100 días y 10 veces más que el agua necesaria para producir un kilogramo de trigo. Por otra parte, nos encontramos con problemas de contaminación del agua y el suelo a causa de purines, antibióticos, fertilizantes y plaguicidas. El 91% de estos purines contamina el aire, la tierra y el agua.

Más allá de los propios problemas medioambientales, la consciencia colectiva sobre el consumo de carne va evolucionando hacia un consumo ético. Cada vez más personas están reduciendo el consumo de carne e interesándose por las nuevas alternativas vegetales. Combatir la crisis climática exigirá reducir el consumo de carne en un 40%, pero esto no será posible sin evolucionar y tener en cuenta todas las alternativas para estabilizar este consumo.

Imprimir, cultivar y el futuro de la carne.

En una de las escenas más socorridas de cualquier película o serie de ciencia ficción: el personaje pulsa un botón y obtiene una ración de comida. Maravilloso, y aunque lejano, cada vez más realista porque, ya tenemos en marcha proyectos que caminan hacia ese futuro. 

Una vez comprobado el éxito de las carnes de origen vegetal y empezando a estar normalizado su consumo; el siguiente paso es mejorar sabores y texturas. Una de las tecnologías viables para este reto es la impresión de carne de origen vegetal. De esto sabe la startup española Nova Meat, que con su Steak 2.0, presume de haber creado el bistec más parecido a un corte real de ternera, sobre todo en su textura. Esto lo logra utilizando una estrategia de ingeniería de tejidos denominada bioimpresión.

Carne cultivada en el laboratorio

Otra de las alternativas en menor desarrollo, pero muy prometedora es el cultivo de carnes en laboratorio. Se consigue tomando las células de un músculo animal o de grasa y poniéndola en un medio que apoye su crecimiento. El resultado incluye un alto nivel de proteínas y una composición de aminoácidos muy diversa y similar a la carne y es que, aunque cultivada, también es carne. El año pasado Singapur se convirtió en el primer país en regular este tipo de producto, en este caso, carne hecha a partir de células de pollo que ya están en la carta de uno de sus restaurantes. 

En este momento existen al menos 60 startups en todo el mundo que se dedican a la producción de carne creada en laboratorio a partir de células de animales, sin cría ni faena, y aproximadamente el doble que se dedican a la mejora e investigación de las carnes vegetales. Tarde o temprano estos productos serán parte de otra de nuestras “nuevas normalidades” y esperemos que cumplan su principal objetivo, alimentar a la población mundial de una manera sostenible y respetuosa con el medio ambiente.